jueves, 21 de septiembre de 2006

MUJERES INCONVENIENTES

MUJERES INCONVENIENTES


Este texto escrito por compañeras del Espacio de Mujeres del Frente, obtuvo una Mención Especial en el Concurso Literario de Cuentos y relatos sociales breves, "Mujeres tomando la palabra", Historias de mujeres, sus vidas y sus cuerpos, organizado por Católicas por el Derecho a Decidir (Córdoba).

« ...Soy una mujer inconveniente
me lo dijo ayer mi presidente... »
Liliana Felipe



"¡Darío Santillán, Maximiliano Kosteki, presentes! ¡Ahora y siempre! Nos vemos en la lucha" gritaban las compañeras del espacio de mujeres del Frente Popular Darío Santillán mientras subían al Puente Pueyrredón a metros de la rebautizada estación "Dario y Maxi" -ex Avellaneda- el último 26 de junio de 2006.
Ese día se cumplieron cuatro años de la "Masacre de Avellaneda" y como todos los 26, las piqueteras y sus compañeros de lucha cortan el Puente Pueyrredón reclamando por justicia y castigo a los responsables políticos y materiales de los asesinatos de sus compañeros Maximiliano Kosteki y Darío Santillán. El 26 de junio de 2002, las fuerzas represivas del Estado argentino siguiendo las ordenes del gobierno del presidente Eduardo Duhalde, desataron una feroz represión a la movilización organizada por l@s piqueter@s. Como consecuencia del uso de balas de plomo y de goma resultaron muertos los dos piqueteros, herid@s 50 y detenid@s vari@s centenares.
Para todas y todos, los 26 de junio significan vigilia desde el día anterior, encuentros, ollas populares, charlas, mates y guisos. Pero la del 2006, para ellas tuvo un significado especial: estrenaban el video de apenas 7 minutos que recopila una acotada pero intensa parte de la historia como mujeres piqueteras en el que todas son protagonistas.
Cuando finalizaron su asamblea mensual como lo hacen desde el 26 de setiembre de 2003, algunas compañeras se quedaron pensativas. Entre ellas, Helena no podía dejar de recordar aquellos primeros pasos que decidieron dar un puñado de compañeras de distintos Movimientos de Trabajadores Desocupados (MTD) de regreso del XVIII Encuentro Nacional de Mujeres en Rosario, cuando imaginaban una asamblea de mujeres. Las compañeras que habían viajado querían socializar esa experiencia con el resto: los talleres, la marcha, el alojamiento, la peña, los debates, las discusiones, la violencia contra la mujer y las redes de contención, el derecho al aborto seguro, legal y gratuito y el de decidir sobre nuestros cuerpos.
El círculo que conformaron esas mujeres en el puente se fue repitiendo desde entonces, todas las veces que enfrentando a las fuerzas represivas pudieron subirlo. Alrededor de 200 compañeras de los MTD se convocaron de boca en boca a esa primera asamblea de Mujeres para charlar de "esas cosas que son nuestras", acordaron preparar un volante y la continuidad de las asambleas. Eligieron los 26 en el puente, porque allí todas concurrían agrupándose bajo una bandera que anunciaba "Asamblea de Mujeres". Para el 26 de octubre repartieron un volante con algunas de las preguntas convocantes : "...¿participás y hablás en las asambleas?, ¿decidiste sobre tu maternidad? ¿sabés cómo cuidarte ?..."
El 18 de noviembre gestaron el "Primer Encuentro de Mujeres de los MTD" en Roca Negra, Partido de Lanús, provincia de Buenos Aires, para debatir las preguntas del volante. En esa jornada, mujeres de diferentes barrios de la Capital y del Gran Buenos Aires pusieron palabras a aquellas preguntas definiéndose como "mujeres luchadoras, mujeres trabajadoras, mujeres de frente y en la lucha, mujeres en las calles por el cambio social, mujeres subversivas, combativas, Mabel Kosteki, madres de plaza de mayo, abuelas de plaza de mayo, mujeres cambiando, trabajadoras luchadoras, desocupadas, mujeres piqueteras, mujeres compañeras desaparecidas, presas y exiliadas”. Y recordaron a Mabel Ruiz, la madre de Maximiliano Kosteki que hacía muy poco tiempo había fallecido, luchando por justicia en el puente los 26 y junto a las "Madres del Dolor".
Desde entonces cada actividad que fueron realizando se nutrió de diferentes experiencias e historias de vida de mujeres solteras, madres, viudas, militantes políticas, militantes feministas, de grupos de mujeres, madres adolescentes, jovenes de los barrios, casadas, mujeres jóvenes y adultas que tejieron la trama de esta historia en cada encuentro, en cada taller, en cada marcha.
Este 25 de junio de 2006 por la noche, Helena, Verónica, Juana y María Rosa estaban en la nueva estación « Darío y Maxi » yendo de un lado al otro, mirando las muestras de arte, escuchando las bandas musicales y las murgas. Se mojan porque llueve y hace mucho frío. Por eso en un momento decidieron quedarse cerca de todos y todas l@s compañer@s, aunque lo suficientemente distanciadas para compartir en ronda unos mates con tortas fritas y un poco más los detalles de sus vidas.
Helena toma el mate y se pierde en los recuerdos que va relatando con sus compañeras. Ella pasó ya los 50 años y desde mediados de los 70 vive en Berisso. Nació en un pueblo de la provincia de Buenos Aires y de adolescente se vino a estudiar a la Ciudad de La Plata. Con 17 años comenzó su activa militancia en la tendencia revolucionaria del peronismo, mudándose a Berisso con su compañero en el año 75. Por entonces miles de jóvenes varones y mujeres estaban convencid@s que el mundo no sólo era posible cambiarlo sino que además era necesario y por eso lucharon para derrotar al capitalismo y por el triunfo de la revolución. Este sueño liberador de justicia, igualdad y solidaridad se vio truncado con la dictadura del 76. Eran tiempos en los que quienes buscaban cambiar la sociedad lucharon por la supervivencia. Helena recuerda que muchos y muchas desaparecieron, o se fueron del país, o se quebraron... o se murieron de tristeza. Entre resistencias por seguir militando, Helena crió a sus tres hijos varones y a su hija mujer y fue trazando una continuidad en las luchas que marcaron su vida. Cuando en el 83 se fueron los milicos, brotaron esos lugares de pueblo que sobrevivieron en lo subterráneo durante los años oscuros. En ese camino, junto a organizaciones de derechos humanos impulsa un Centro Cultural y desarrollan actividades para la comunidad, con chicos y chicas en los barrios más pobres del lugar.
Esos años activaron otras luchas y en ese camino se fue enlazando la historia del movimiento de mujeres. Helena fue una de las mil que asistieron al primer Encuentro Nacional de Mujeres, realizado en Buenos Aires en el 86. Con esa primera experiencia se abrió un mundo novedoso que la juntó con otras mujeres. Sus luchas pasadas y reivindicaciones se encontraron con otras cuestiones nuevas pero cotidianas, arraigadas en lo cultural que la llevaron a preguntarse por las relaciones de poder en la pareja, por el trabajo doméstico, por los salarios difrenciados para unas y otros. Mirando el paisaje urbano con otras mujeres de la zona arman un grupo de reflexión y recuperación de las luchas históricas de la obreras de los frigorificos de Berisso. De esta fusión de vidas y experiencias surge un grupo autónomo de mujeres de la ciudad de La Plata, con el objetivo de trabajar sobre la violencia familiar.
En este punto del relato Verónica miró hacia la nada... el mate quedó ahí… casi en el aire y los ojos se le llenaron de lágrimas con brillo de dolor. La violencia doméstica y familiar, todavía hoy le traen al cuerpo los recuerdos de los días en que su marido le pegaba a ella y sus hij@s.
Verónica nació en Corrientes pero con una parte de su familia se vino a Buenos Aires hace 30 años, instalándose en Longchamps. Verónica tiene 42 años y 4 hijos : el más chico tiene 18 y la más grande 24. A los 18 años fue mamá por primera vez y todos sus otros hijos los tuvo con el mismo hombre que se casó en cuanto supo que estaba embarazada de la mayor. El padre de sus hijos fue siempre agresivo y después del cuarto hijo la convivencia cada vez fue peor. Lo que primero fue un grito luego fue golpe y terminó con tremendas palizas a Verónica y a l@s chic@s.
El marido trabajaba de vez en cuando y se dedicaba a gastar su sueldo en vino. Ella trabajó en una fábrica desde los 16 años y fue obrera textil por veinte años hasta que cerró la fábrica y la despidieron. No pudo terminar el secundario porque quedó embarazada y tuvo que salir a trabajar desde muy chica. Sin embargo, a los 36 años reencontró todos sus aprendizajes de la infancia en el campo y empezó a armar una huerta que le garantizara la comida. La relación con su marido se volvió imposible hasta que un día lo echó de la casa y no dejó que volviera a entrar. Sus hijos e hijas la acompañaron en esta decisión y unieron sus brazos para seguir adelante.
Verónica no conseguía trabajo fijo y se enteró que había un MTD en asambleas de desocupados garantizaba un puesto de lucha y organización para mejorar las condiciones de vida. Participó también en talleres de mujeres, charlando sobre anticoncepción, aborto y violencia familiar. Con otras mujeres se ayudaron y conformaron pequeñas redes con otras organizaciones sociales del barrio. A Verónica la invitaron a participar del XVIII Encuentro de Mujeres de Rosario en el 2003. ¡Qué polenta le dio el Encuentro! Allá se cruzó con compañeras de otros MTD que habían ido por su cuenta o que, como antiguas militantes de organizaciones de mujeres, no se habían perdido ninguno de los anteriores. Compartieron talleres y se imaginaban con otras compañeras en esas actividades, en lo bueno que sería que alguna vez puedan viajar y salir del encierro del barrio que la pobreza cotidianam no les permite dejar. En los talleres de los barrios se escuchaba: “Si querés salir del barrio, no tenés una moneda para viajar... y caminar, a veces da mucho miedo.”
Verónica le pasa el mate a Juana que está sentada justo frente a ella tragando el último bocado de torta frita. Juana vive en una barriada de Quilmes. Cuando nació a mediados de los 70, l@s trabajador@s se quedaban casi con el 50% de las riquezas. Ahora, en el 2006, arriman apenas el 20%. Así creció la desocupación y la pobreza en el país y las posibilidades laborales para las mujeres se fueron cerrando. Antes, a los 18 o 19 años podían entrar como obreras en una fábrica. En los 90 y principios del siglo XXI la aspiración mayor para las mujeres que viven en las barriadas más pobres de Capital Federal, el Gran Buenos Aires y La Plata , es salir a buscar el mango para la comida y los remedios con el trabajo de cartoneo. Juana tiene 6 hermanos: 4 mujeres y dos varones y con 30 años recuerda los relatos familiares de aquellos años. Su mamá se vino de Santiago del Estero en los 60. Juana pudo ir a la escuela y se la rebuscó desde muy chiquita, pero nunca consiguió nada mejor que ser vendedora en un negocio en el que a veces llevaba la contabilidad. Soportó un padrastro abusador que la violó cuando tenía 13 años. Su madre no le creyó, tampoco sus tías ni vecinas y por eso se mudó a La Plata a vivir con su madrina que trabajaba en el frigorífico. Con esfuerzo personal y trabajando consiguió terminar el secundario. De a poquito se arrimaron otros hermanos, hace un año su querida hermana Clara y todos acomodaron el rancho en el que viven. A los 20, Juana tuvo a su hija y a los 25 el varón y desde entonces se cuida con pastillas. Unas semanas atrás Clara le contó que a su mejor amiga hacía más de dos meses que la madre no la dejaba ir a la escuela y supieron la razón: el padrastro abusaba de ella, la violó, le pegó y la quemó. La chica lo acusó y lo metieron preso y por más que su madre le insiste con retirar la denuncia ella no lo hace y tanto el peritaje médico como los análisis de ADN lo dan como el responsable de la violación. Juana no dejó a la amiga de Clara desde entonces. La acompañó a tribunales, a la fiscalía y a redes especializadas, aunque en este ordenamiento patriarcal se complica todo mucho más por tratarse de una menor de 18 años.
Juana hace un año que se sumó al MTD porque el patrón del negocio le bajó un 60% del sueldo y arregló entonces trabajar menos horas: a la tarde va al negocio y por la mañana al MTD. Para ella fue muy importante el espacio de mujeres, los encuentros de formación, los talleres en Punta Lara, porque comprendió que no era ella la única víctima de las injusticias contra las mujeres sino que muchas otras también lo son. Por eso el acompañamiento que hace a Clara y a su amiga, lo vive como su aporte para que desde muy jovenes las mujeres sepan de la existencia de redes, cómo usarlas y ayudar a construirlas. Juana viajó por primera vez a un Encuentro de Mujeres en Mar del Plata en el 2005 y con las compañeras del Espacio de Mujeres del Frente Popular Darío Santillán gritó contra la presencia del genocida Bush, estuvo en los talleres, conoció el mar, llevó la bandera en la marcha y no se sacó nunca más el pañuelo verde que a todas las mujeres las identifica con la campaña por el derecho a decidir. Juana se compromete en las luchas de las mujeres por sus derechos y participa en las marchas del 8 de marzo y del 25 de noviembre, integradas a la lucha del Frente Popular Darío Santillán. Todavía se conmueve con el clima de confianza que entre todas fueron construyendo.
Cuando va a tomar el mate su cara de asco sorprende a todas. No era para menos, la infusión estaba lavada; sin dudas había llegado la hora de cambiar la yerba. Mientras Juana prepara el mate, María Rosa se larga a hablar de corrido como muy pocas veces la escucharon. Parece que este momento del mate con tortas fritas invita a la charla.
María Rosa tiene 46 años y vive en Monte Chingolo, Lanús, en unas tierras que ocupó con otras familias en los 80, cuando se vino de Mar del Plata donde trabajaba como fileteadora en la industria del pescado. Para ese entonces ya habían nacido 4 hijos e hijas, pero una se murió apenas nació. Cuando María Rosa se vino a Chingolo, José -su marido y padre de los hijos- partió para el Chaco donde tenía familia y podía trabajar en la cosecha del algodón para enviar desde allá plata a su familia afincada en Lanús. María Rosa y José tuvieron 4 hijos más. Ella seguía trabajando en changas como doméstica, vendiendo o en lo que pudiera rebuscarse. José juntaba algo también de las changas en la construcción cuando se venía del chaco y los hijos mayores también « changuearon » en algo. Ni José ni María Rosa saben leer y escribir pero sí hacer cuentas, algo necesario para sobrevivir en este mundo capitalista. Su casa la fueron construyendo de a poco y pudieron hacerla toda de material, con ventanas y vidrios, con pisos de mosaico y también con un baño. Tienen agua corriente y luz, como producto de la organización del barrio que permitió que lo consiguieran así como el loteo. Sus 7 hijos fueron a la escuela. A mediados de los 90, José tuvo un accidente en la obra en construcción en la que trabajaba en negro y murió. María Rosa no conseguía trabajo como empleada doméstica y cualquier changa no duraba más de dos meses y si llegaba a salir algo, cada vez era por menos plata. Lo mismo le pasaba a muchos y muchas vecin@s del barrio. Los pibes y pibas cada vez tenían más hambre y fueron las mujeres las primeras en organizarse por ellos, los propios y los de las vecinas y vecinos. Golpearon puertas de los punteros, de los municipios, hasta que llegaron a la gobernación de la provincia de Buenos Aires. María Rosa empezó a juntarse con vecinos y vecinas todas las semanas en asamblea y para eso abrió las puertas de su casa. Organizaron petitorios para el municipio y se dirigían también al gobierno nacional y provincial. Nadie escuchaba, nadie daba soluciones a los reclamos de sus derechos al trabajo, educación, salud, vida digna, alimento. A fuerza de movilizarse hasta el municipio, a veces conseguián que les arreglaran alguna calle o atendieran los reclamos de infraestructura del barrio. El cirujeo y el cartoneo se convirtió en el principal rebusque familiar y en la salida para conseguir la plata para la comida y los remedios.
Las asambleas semanales seguían y la mayoría de l@s participantes eran mujeres y jóvenes. Muy pocas de ellas con experiencia laboral y los jóvenes en su mayoría sin conocer siquiera lo que es el trabajo. Sus viejos y viejas no lo tenían y algunos hombres y mujeres mayores lo habían tenido hasta hacía poquito, cuando los echaron sin jubilación, sin nada como para empezar de nuevo y con casi 60 años.
La indignación era cada vez mayor. De la Rúa era el presidente y en Lanús como siempre, el intendente, Manuel Quindimil. Ante oídos sordos y puertas cerradas, fue creciendo la necesidad de organizarse en la lucha, juntarse y acordar acciones comunes de reclamo reivindicativo. Comenzaron las movilizaciones, los comedores, la guardería, los roperos comunitarios y los relevamientos de salud. Los vecinos y vecinas organizados tomaron un terreno para construir un espacio comunitario que mantienen hasta hoy. Por ese entonces llegó la noticia de los planes trabajar, digitados y arbitrariamente repartidos por punteros, intendentes, funcionarios y políticos.
La organización y las acciones directas crecían. En otros barrios del sur de la provincia de Buenos Aires pasaban cosas semejantes y las respuestas fueron parecidas. Nacen los MTD en Lanús, en Solano, en Quilmes, en Florencio Varela, en La Plata y en Almirante Brown. Todas esas barriadas estaban repletas de fábricas que hacía más de 20 años no funcionaban y no eran más que esqueletos de un pasado de felicidad posible... cada vez más lejano....
La indignación se convirtió en lucha y organización. La metodología elegida era el corte de ruta y el piquete. Porque ahí donde los obreros y obreras realizaban el piquete de huelga al patrón, ahora l@s descupad@s se organizaban para bloquear la circulación de la mercancía, corazón del sistema capitalista. “Si no podemos hacerle huelga al patrón, hagamos un piquete en las rutas por donde llevan lo que fabrican”, era lo que más se escuchaba en las asambleas en las que se debatía la metodología para hacer oír el reclamo de los y las excluídas. Los piquetes, las ollas populares, los cortes de ruta, los acampes por 2, 3, 7 días se hacían en la rotonda de Pasco y en el cruce de Varela. Aquellos barrios del sur del Gran Buenos Aires se coordinaron para unir la lucha ante las autoridades municipales, provinciales y/o nacionales. Sus reclamos eran por la universalización de planes y ayuda social para l@s trabajador@s desocupad@s, alimentos, subsidios para maquinarias para talleres de herrería, cuero o bloqueras y por trabajo digno. María Rosa públicamente hacía aquello que no estaba destinado a las mujeres: seguridad y cuidado de los compañeros y compañeras en los acampes, las movilizaciones y piquetes. Pero también algunos compañeros cocinaban en las ollas populares.
María Rosa y cientos de mujeres se fueron descubriendo a sí mismas y re-conociendo con sus vecinas. A través de esta práctica común, la participación y el compromiso comenzaron a romper mandatos patriarcales, socializaron la crianza y el cuidado de sus hij@s, ocuparon lugares destacados en las tareas públicas destinadas a los hombres convirtiéndose en delegadas y voceras, cargaron ladrillos y construyeron espacios comunitarios.
María Rosa, no sólo reafirmó la profunda felicidad que le dió tener 8 hijos, sino que además descubrió que le gustaban las mujeres y no tuvo temor en hacerlo público. Como muchos y muchas no perdió la capacidad de divertirse y en cuanto puede se va al bailongo o a una fiesta en el barrio, compartiendo lo poco y nada que se tiene con vecin@s y compañer@s. Un logro para ella en el MTD fue la posibilidad de participar en talleres de mujeres donde debaten, y reflexionan sobre sexualidad, aborto, violencia familiar, reafirmándose cada una a sí misma y con las demás. Viajó por primera vez a un Encuentro Nacional de Mujeres, en octubre de 2005 en Mar Del Plata y marchó junto a sus compañeras del "Espacio de Mujeres del Frente Popular Darío Santillán". Para esta ocasión aportó el trapo que se convirtió en la bandera violeta, pintada con un dibujo de una compañera y anunciando: “Las mujeres resistimos y luchamos”. Detrás de esta bandera marcharon compañeras desocupadas que se organizaron para subvencionar los pasajes realizando rifas, fiestas, y peleando precios de tren más baratos con mujeres de otras organizaciones, ante las autoridades del ferrocarril.
Helena mira ahora a Verónica y recuerda su recorrido cuando se acercó a la asamblea y junto con otras compañeras empezaron a descubrir las riquezas de esas vidas, aunque golpeadas y dolorosas. Fue para ellas la mayor fortaleza haber podido llevar adelante la familia, el trabajo, la lucha y la casa con orgullo y sin dejar de ser madres, trabajadoras y mujeres con expectativas de vida, proyectos de futuro, capacidad de divertirse y de juntarse para mejorar.
El agua se había acabado y la ronda de mate estaba terminando cuando escucharon la voz de Doris que se retrasó preparando algunas « cositas riquitas » de la comida típica de Bolivia, su país. Doris tiene 36 años y vino de La Paz cuando tenía 20, dejando a la hijita de 2 años a cargo de su mamá. Llegó con la ilusión de encontrar una vida mejor y nunca -mientras tuvo dinero- dejó de enviarle algo a su mamá para atender a su hijita. Al llegar a Buenos Aires, indocumentada, Doris anduvo por casas de parientes hasta que se instaló en la villa 20 de Villa Lugano, en la ciudad de Buenos Aires, con su esposo y padre de sus otr@s hij@s : 2 nenas y 1 nene. Trabajó en los talleres clandestinos cerca del barrio, cumpliendo jornadas de hasta 16 horas todos los días, menos los domingos. Hace 2 años a Doris la echaron del taller y decidió sumarse al MTD, integrándose en el grupo de costura y vendiendo en la feria de La Salada. Se sumó a los talleres de mujeres en el barrio entusiasmada por aprender más sobre anticoncepción, sexualidad y aborto. Más de una vez faltaba a los talleres porque se debatía entre las responsabilidades como « esposa y madre » y sus derechos como mujer. Como a muchas otras, le costaba abandonar la parva de ropa para lavar y salir al taller de mujeres. Con los tiempos propios del altiplano, decidio viajar a Mar del Plata afirmando su puesto de lucha en el espacio de mujeres y en el MTD.
El cabello pesado, negro oscuro y largo de Doris, su sonrisa amplia y una mirada limpia y airosa, cerraron la ronda de mate y tortas fritas.
Estas mujeres viven sus vidas : Helena entre la activísima participación en el Frente Popular, su trabajo en el centro de atención telefónica de mujeres que padecen violencia familiar, la coordinación de los talleres de formación del Frente, su participación en las asambleas y en los espacios de reflexión de mujeres de la zona ; Juana impulsando redes contra la violencia hacia la mujer, trabajando, concurriendo a las asambleas, las movilizaciones y preparándose para los encuentros anuales nacionales de mujeres ; María Rosa, dispuesta siempre a poner su trabajo y su acción a las actividades que en común acuerdan las mujeres del Espacio ; Verónica participando de las asambleas, atendiendo la huerta, trabajando y disfrutando cada día un poco más de su cuerpo y de la vida. Como Juana, María Rosa Verónica, Doris y Helena, cientos de mujeres conforman este espacio que, con la diversidad y riqueza con que cada movimiento aborda la temática de género, tiene el lugar común de haberse instalado en la lucha del Frente Popular Darío Santillán, con las reivindicaciones y las problemáticas propias de las mujeres.
Helena me mira y se rie –exagerada como es ella- por la alegría que provoca poder cortar el puente colectivamente... cortar el puente para abrir caminos en la lucha por la dignidad. Las risotadas de Helena se apoyan en la alegría del encuentro mismo, del cruce de experiencias, de mirar a esas compañeras que antes en los barrios no hablaban y ahora se animan a leer sus poesías en voz alta. Helena se rie mientras agita ese trapo violeta devenido en bandera y grita con la consigna escrita en ese paño: « las mujeres resistimos y luchamos ».
Tania Guevara
* Relato social con mención especial concurso Mujeres tomando la palabra - Católicas por el Derecho a Decidir Córdoba